Muchos colegios, academias, universidades y centros de aprendizaje tienen mala acústica, lo que dificulta que los alumnos estén  condicionados por donde se sienten para escuchar mejor o peor al profesor. Por eso, es tan habitual ver estudiantes pelearse por las primeras filas y a profesores desgañitar sus gargantas intentando ser escuchado hasta en las últimas filas poniendo en riesgo su salud.  Si a eso le sumamos el ruido ambiental y el mal aislamiento de las clases colindantes conseguimos que una clase se convierta en una pérdida de tiempo para todos aquellos alumnos que no pueden escuchar correctamente. Todos esos factores influyen en nuestro rendimiento y concentración por lo que a menudo, el éxito de nuestros hijos o nosotros mismos en el estudio no depende exclusivamente de nuestro esfuerzo, si no que estamos muy condicionados por el espacio en el que lo hacemos.